Primera Casa de Moneda
La sorprendente extracción de la plata del Cerro Rico, el crecimiento de la población, la expansión del comercio y el inesperado auge que alcanzó la ciudad de Potosí, entre otros factores, creó la necesidad de organizar un centro de acuñación.
Antes de instalarse una Casa de Fundición y de Moneda en la Villa Imperial de Potosí, el modo de beneficiar la plata era fundiéndola con plomo al igual que los indígenas en unos hornos rústicos llamados “guairas”. Los españoles copiaron este procedimiento y mandaron construir 6.000 hornillos y “echaron allí los minerales de plata, sin mezcla de otro alguno, siendo dóciles, corrientes y de toda ley, y daban fuego hasta derretir la plata quedando aparte la escoria”.
Años más tarde se llegó al beneficio mediante el azogue, creado por Pedro Fernández de Velasco que lo enseñó en Perú en 1571, introducido en Potosí por el virrey Francisco de Toledo al año siguiente.
Respecto a la moneda, circulaba el metal argentífero sin sellar que tuvo la denominación de “plata corriente”. En 1572 Toledo se quejaba que “desde diez legua de la Ciudad de los Reyes acá, no sólo no corre moneda acuñada, pero aún ni un real he visto ni que se haya”. En su visita a esta Villa en diciembre de 1572, ordenó la construcción de varios edificios públicos reorganizando con criterio de urbanista la ampliación de calles y plazas y mandó al mismo tiempo la edificación de una casa donde se amalgamara y frabricara moneda de plata.
Según una memoria de gobierno, se argumentaba: “…para evitar el daño entendí que la república recibía con la mala plata corriente que andaba, mandé fundar y pasar allí, la Casa de Moneda, con tanta contradicción como V.M. ha visto cosa tan necesaria para las pagas que se hacían a los dichos indios y para el comercio de la república”.
En una provisión dada por Toledo, se confirma que por su orden se mandó a fundar la ceca de Potosí, quien argumenta de la siguiente forma:
“…avos los oficiales rreales dela rreal aza desu magd que rresidis en la Villa ynperial de Potosí sabed que Jhoan de Yturrieta tesso de la cassa de la moneda que por mi mandado esta fundada en la dha Villa me ha ssido hecha rrelacion diziendo que por ser la dha casa nueba y por no entender los Vezinos y moradores della y tratantes y mercaderes el Veneficio dela dha moneda noan metido ni meten a labrar…”
Asimismo, don Alejandro Garland, en su obra “Los medios circulantes usados en el Perú”, relata al respecto “encontrándose difícil e inconveniente la conducción de las piñas o barras desde este asiento mineral hasta la Casa de Moneda de Lima, se decidió a clausurar provisionalmente ésta y erigir una nueva en Potosí como lo hizo en 1572”, en la Plaza del Regocijo a cargo del maestro en obras Jerónimo Leto.
La visión del virrey Francisco de Toledo lleva adelante la construcción de la primera Casa de Moneda en estas alturas. En 1572 se pusieron los cimientos en las inmediaciones de la plaza del Regocijo (Plaza 10 de Noviembre) bajo la responsabilidad del alarife potosino Jerónimo de Leto, concluyendo la obra después de tres años. Su costo ascendió a 8.321 pesos, un tomín y 13 gramos de plata.
La acuñación de monedas se inició de inmediato en base a una tecnología rudimentaria que se mantuvo por 212 años, desde 1572 hasta 1767.
Concluida la construcción de una Casa de amonedación, la ceca de Potosí emprende a la acuñación de la moneda legal, la primera rendición sacada corresponde entre 1574-1575. Existe un documento que demuestra que Potosí acuñó moneda legal desde 1574; una primera partida testimonia que se amonedó 26.531 pesos. Desde el 28 de marzo de 1574 hasta 7 de diciembre de 1575 pagó por señoreaje un real por marco en cumplimiento a la ordenanza de 15 de febrero de 1567 que dispone “que de cada marco de plata se cobre un real de señoreaje” .
“Yten ade aver su magd. veynte y seis mill e quinientos e treynta y un rreales que le pertenecieron del señoraje de veinte e seis mill y quinientos y treynta y un marcos de Plata que sean metido a labrar por su magd, y por personas particulares desta villa en la casa de la moneda della desde veynte y ocho dias del mes de março de setenta y quatro que se començo a labrar en la dicha casa hasta el hultima partida que fue en siete de dizienbre deste año de setenta y cinco como costa, por testimonio firmado de martin de Reçusta escrivano dela dicha casa dela moneda”
Fueron tan conocidas las monedas emitidas durante ese periodo en el mundo que se extendió la frase inmortalizada por Miguel de Cervantes y Saavedra. “Vale un Potosí” económica, por su éxito o su fracaso en este círculo que marcaba el Cerro Rico”
Segunda Casa de Moneda
Transcurren cerca de 150 años de funcionamiento de la primera Casa de Moneda y pese a que la producción de plata del Cerro Rico atravesaba un periodo crítico, las autoridades reales de España conciben el proyecto de poner en marcha el “relanzamiento” del preciado metal. Constituía esta decisión un desesperado esfuerzo para enfrentar la crisis del Reino, sufragar los gastos de guerras inútiles y el abultado costo de una frondosa nobleza improductiva.
España, vuelve la mirada a Potosí. Su montaña generosa no se agotaba aún.
El relanzamiento de la plata se pone en marcha.
Una de las principales medidas es construir una nueva Casa de Moneda que deje atrás las deformes “macuquinas” (que por tan largo tiempo circularon) y lance al mundo reales columnarios o de busto.
Su Majestad ordena a las autoridades potosinas construir la nueva ceca, pero estas a la cabeza del gobernador Ventura Santelices y Venero se oponen argumentando que lo más acertado sería ampliar la antigua, es decir, la toledana de 1575.
Las diferencias de criterios se prolongan por mucho tiempo y, al final, se impone la orden del Rey que envía al experimentado arquitecto Salvador de Villa que residía alternativamente en México y Lima para ejecutar tan ambicioso proyecto. La construcción duró de 1759 a 1773.
Moneda acuñada en la Real Casa de la Moneda
La historia de los trabajos es interesante y reveladora.
Solo mencionando que ocupa una superficie de 7.570 metros cuadrados y ostenta cerca de 15.000 metros cuadrados construidos se tiene una idea gráfica de su majestuosidad que se complementa con cinco patios y alrededor de doscientos ambientes. Su arquitectura barroca adquiere una vistosidad variada desde cualquier ángulo. Su portada, sus techumbres, sus balcones del primer patio, sus vigorosas paredes de piedra labrada y bolona con partes de fino ladrillo, en fin, en su conjunto aparenta una fortaleza infranqueable.
Como referencia de su prolija edificación basta recordar que en el maderamen se emplearon 450 vigas, 1.239 tijeras, 10 planchas, 820 alfajías, 20 tirantes, l20 soleras, 1.200 tablas, 2.109 tablas odinarias, 40 tablones y 20 pearas de madera en trozo.
Cuando la enorme casa se inauguró el 31 de julio de 1773, el erudito cronista Pedro Vicente Canete, decía:
“Todo el edificio es de piedra labrada de cantería con dos altos techados de cedro y otras excelentes maderas: muchas ventanas con rejillas de fierro y vidrieras y con pocos balcones a la calle. El primer patio se destino para habitaciones de los ministros principales, con una casa para cada uno, dividiéndose las pertenencias de un solo corredor que tiene en cuadro. Con atajadizos de madera que las distingue por letreros de empleo a quien corresponden. Con respectiva entrada y salida por diferentes escaleras… ‘
¿Y el precio de la construcción?
Al concluirse se hizo un balance, de acuerdo a los documentos, arrojando un costo de 1.148.452 pesos y 6 reales. Los entendidos estiman que hoy en día esta suma representaría alrededor de diez millones de dólares.
Razón tenía, el Rey Carlos III de expresar al ser informado de la terminación de la obra y su costo estas palabras “todo el edificio debe estar hecho de plata pura…”
Aparte del costo monetario, en casi tres lustros, miles de obreros contribuyeron con su esfuerzo. Indígenas, albañiles, maestros, ayudantes, carpinteros, plomeros, cerrajeros, capataces sin dejar de lado supervisores, contadores, ingenieros, arquitectos. El Arquitecto Salvador de Villa, muere después de cuatro años de labor en 1764 y es reemplazado por su discípulo Luis Cabello que a su vez transfiere la responsabilidad en 1765 a Jaime San Just. La organización técnico-administrativa de la Casa de Moneda se sujetaba a estrictas reglamentaciones elaboradas en el Consejo del Rey. Comprendía el Tesorero como máxima autoridad, siguiéndole en jerarquía el Ensayador que tenía la misión de analizar las barras de plata y verificar los detalles pertinentes, colocando también las iniciales de su nombre en las monedas. Cualquier irregularidad o fraude eran de su exclusiva responsabilidad.
Máquinas laminadoras de plata de la Casa Nacional de Moneda.
El fundidor obedecía las instrucciones del ensayador, el tallista labraba los cuños y el balanzario controlaba el peso de las monedas. Aparte de este personal se asignaban ayudantes y otros colaboradores.
Planta baja de las máquinas laminadoras de plata. Casa Real de Moneda. Siglo XVIII
Desde luego, tan delicada labor requería que cada casa de amonedación disponga de sitios para batir los cospeles de plata y convertirlos en moneda; eran hornazas donde se encontraban los acuñadores, capataces, guardias y negros esclavos e indígenas que hacían los trabajos más pesados”.
“Esos cargos, que inicialmente, se concedían por favor o merced, posteriormente se vendían en subasta pública y tenían como renta los derechos que se cobraban sobre lo acuñado”.
Como evocación histórica quedan en la memoria colectiva los otrora familiares términos de “la moneda de martillo, la moneda a volante, la matriz, el punzón, el cuño o troquel, el cospel, el corte, el cercén, la cizalla, el blanqueado de la moneda…”
Razón tienen los numismáticos al sostener que “la ceca de la Villa Imperial fue cuna de las corrientes monetarias que alimentaron a las vastas zonas del Río de la Plata, así como Lima lo fue para la costa del Pacífico y Cartagena de Indias y Santa Fe de Bogotá para la llamada sierra firme”. Sin embargo, la trascendencia de la inagotable riqueza de plata, llevó a proclamar esta verdad en Europa y el Nuevo Mundo: “no hay parte del mundo civilizado, ni museo histórico numismático que no contenga cien veces el nombre de Potosí y el de su Casa Real de Moneda, una de las más conocidas del orbe y la segunda en América después de la de México, su hermana mayor por poco tiempo”.